Parece mentira. La trayectoria de Yo La Tengo está cada vez más cerca de alcanzar las tres décadas. Su discografía incluye doce álbumes de estudio, una lista casi interminable de EP’s, compilaciones y rarezas varias y una indispensable serie de colaboraciones para bandas de sonido cinematográficas. El espíritu que proyecta el grupo es, al mismo tiempo, algo que sorprende a simple vista: la imagen de cada uno de sus integrantes destila una sencillez y una ingenuidad abrumadora y genera una empatía especial. Sin embargo, a pesar de todo eso, intentar definir la música del trío de New Jersey resulta una tarea compleja. Y esto porque, en medio de esa trama grupal, se esconden algunas de las canciones más hermosas, deformes, intuitivas, despojadas, inquietas y desprejuiciadas que el pop de los últimos treinta años haya conocido.
Eso es, también, algo que queda claro en “Fade”, su reciente álbum número trece. En un comienzo que roza la perfección, las primeras tres canciones ganan rápidamente la atención de quién escucha con una no-fórmula que abunda en el cancionero de la banda: son tres canciones absolutamente distintas pero las tres definen parte importante de la estética del grupo. Conviven, en apenas unos minutos, la sensación mántrica y grandilocuente de ‘Ohm’, la suavidad de ‘Is That Enough’ y la instantaneidad chiclosa de ‘Well You Better’. No obstante, cada una de ellas defiende una idea permanente en la vida de la banda: ya sea en la calidez de las voces o en la sensación de libertad que transmiten las guitarras, hay una desenvoltura y una sensación de liviandad que atraviesa las diferencias estilísticas. Una canción de Yo La Tengo puede decir “Yo La Tengo” desde lugares muy distintos, sin embargo, ese aire de familiaridad -ese recuerdo sensorial- se termina haciendo presente tarde o temprano.
Ese es, sin dudas, uno de los rasgos esenciales de la banda. Pasan los años, pasan los discos y la frescura de la música de Yo La Tengo permanece y se reproduce permanentemente. No llama la atención, entonces, que “Fade” no escatime en arreglos de vientos y cuerdas ni dude en complementar pasajes acústicos y guitarras cargadas de distorsión. Aún así, cuesta creer que, después de tanto tiempo, tres personas comunes y corrientes puedan seguir dando forma a momentos como ‘Well You Better’. Esa canción es, ya a esta altura, uno de los mayores hits en potencia acuñados por el grupo y, al mismo tiempo, muestra a la banda en un pico creativo que se materializa en el diálogo entre los teclados y el sorprendente wah-wah de la guitarra de Ira Kaplan. Pero, además, el final de ‘Well You Better’ marca un antes y un después dentro de “Fade”. Como si se tratara sólo de un espejismo, no hay otra canción como esa en el resto del disco. Pese a la expectativa que queda y determina la valoración de los tracks subsiguientes, nada vuelve a sonar con esa limpieza ni logra ese efecto inmediato.
Por eso, quizás, la segunda mitad del álbum pueda resultar algo más tediosa y repetitiva. Después de dos canciones con baterías espasmódicas, en contrapunto con los otros instrumentos y la voz (las bellas pero inofensivas ‘Paddle Forward’ y ‘Stupid Things’), una seguidilla de piezas más enfocadas en el formato acústico del grupo dominan el paisaje auditivo del disco. La sencillez de ‘I’ll Be Around’ y la progresión de ‘Cornelia and Jane’ echan por tierra casi todo lo hecho minutos antes, y si bien la exquisita ‘Two Trains’ amaga con ser el primer registro dub de la historia del grupo, ‘The Point Of It’ termina de dar forma a una sección decididamente más apagada, con otros matices en juego. Nuevamente, Yo La Tengo juega con su propia identidad y, aunque los resultados no son igual de contundentes en cada caso, la versatilidad de la banda queda materializada ya no sólo en su discografía extensa y multiforme, sino también en este único compendio de canciones.
De todas formas, “Fade” tiene una ventaja fundamental sobre casi cualquier disco que se le ponga al lado: abre y cierra con canciones imponentes, difíciles de hacer a un lado. ‘Ohm’ es, desde su optimismo, algo así como un amanecer musical. Un comienzo repiqueteante y oscuro que pronto se convierte en uno de esos momentos épicos que todo público espera de un show en vivo; con una letra acorde a la actualidad del grupo y con un despliegue musical de una intensidad tal que sólo puede terminar con ese fade out que hace explícito el hecho de que la canción no tenga, felizmente, un final establecido. Quizás por eso haya que esperar más de media hora para volver a experimentar algo similar. Después de las idas y vueltas de “Fade”, ‘Before We Run’ recupera ese mismo instinto inicial pero lo hace para cerrar el disco magistralmente. Una vez más, el costado más heroico de Yo La Tengo sale a la luz y se traduce en un nuevo relato pomposo en el que un par de líneas melódicas de vientos y cuerdas ganan cada vez mayor importancia. El resultado es elocuente pero, además, esa última canción es capaz de resumir el recorrido extenso del álbum. Así, la sensación latente que queda tras el final de “Fade” es la de un disco que, más allá de sus altibajos, no ha pasado desapercibido ni mucho menos. Basta darle “play” y experimentar ese recorrido que empieza en ‘Ohm’, continúa por diferentes estadios y culmina con ‘Before We Run’ para entender a la música de Yo La Tengo como algo vital, amorfo y en permanente movimiento.